¿Quiénes somos?

¿Quiénes somos?
NATURALEZA Y FINES DEL SEMINARIO

El Seminario Menor “Santo Tomás de Villanueva” es una comunidad educativa diocesana, erigida por el Cardenal Arzobispo de Toledo, según las normas de la Santa Sede, para cultivar las semillas de vocación sacerdotal de quienes, en edad temprana, presentan indicios de esta vocación y se inclinan por el sacerdocio diocesano secular.

Por tanto, en razón de su fin específico, el Seminario Menor acoge sólo a quienes de algún modo, según su condición y edad, abiertamente manifiestan señales de vocación al ministerio sacerdotal, o la admiten como posible, o si tienen alguna duda sobre ella, están bien dotados y ofrecen la esperanza de que puedan un día llegar al sacerdocio.

El Seminario pretende proporcionar a los seminaristas, niños y adolescentes que manifiestan tales indicios de vocación al sacerdocio, una formación integral adecuada, ofreciéndoles los medios necesarios para su maduración educativa en el crecimiento humano, cristiano y específicamente vocacional.

En concreto, el Seminario Menor ofrece a sus alumnos la posibilidad de cursar, con pleno reconocimiento oficial, la Educación Secundaria Obligatoria y el Bachillerato, en régimen de internado; constituye además una auténtica comunidad educativa, eclesial y vocacional, compuesta de formadores, profesores, seminaristas, familias, y demás personal, que se empeña en el seguimiento. El Seminario Menor “Santo Tomás de Villanueva” es una comunidad educativa diocesana, erigida por el Arzobispo de Toledo, según las normas de la Santa Sede, para cultivar las semillas de vocación sacerdotal de quienes, en edad temprana, presentan indicios de esta vocación y se inclinan por el sacerdocio diocesano secular.


UN SEMINARIO NUEVO Y LIBRE

«Queremos un seminario nuevo,… Nuevo por el amor vivo a la cruz de Jesucristo, a la oración que transforma la conciencia, a la Iglesia santa de Dios, a lo que hay de virtud en la obediencia, el silencio y el trabajo; nuevo por el sentido de caridad fraterna…; nuevo por la total entrega de su corazón al amor de Dios y a la identificación con Jesucristo y con la Virgen María, madre de los sacerdotes, para consagrar la fuerza creadora de su juventud al Reino de los cielos… nuevo, en fin, por la decisión de llegar a ser aquello para lo que el seminario está instituido: sacerdotes, y nada más que sacerdotes».

En enero de 1972, D. Marcelo González Martín llegó a nuestra archidiócesis para hacerse cargo de ella como Arzobispo Toledo y Primado de España. Tan solo un año después, después de haber estudiado con detenimiento la situación de nuestros Seminarios Menor y Mayor, y consciente de la importancia trascendental del tema, escribió una Carta Pastoral titulada «Un Seminario nuevo y libre» con el deseo de que toda la diócesis conociese las orientaciones y criterios por los que había de regirse la vida de nuestros Seminarios. Dicha Carta Pastoral se publicó en septiembre de 1973 junto con otros documentos que concretaban dichas orientaciones para la vida y preparación de los futuros sacerdotes.

Hoy nadie puede poner en duda el inmenso bien que estas orientaciones y criterios han proporcionado a nuestra diócesis y también de alguna manera a toda la Iglesia Universal. En este año 2013, al cumplirse 40 años de la promulgación de dicha Carta Pastoral, nuestro Seminario Menor no puede por menos que recordar a nuestro querido D. Marcelo, a quien recuerda y a quien se encomienda para que interceda por nosotros y cuide de nuestro seminario.

A continuación, transcribimos algunos textos de una parte de dicha Carta Pastoral, la que hace referencia a nuestro Seminario Menor.

Sobre el Seminario Menor (de la Carta Pastoral «Un Seminario nuevo y libre»)

Debo hablar ahora brevemente sobre el Seminario Menor de la diócesis, y lo haré en forma de proposiciones claras y concretas.

A) En nuestra Diócesis de Toledo existe y debe seguir existiendo el Seminario Menor propiamente dicho. No un colegio donde puede haber alumnos con aptitudes para ser llamados al sacerdocio, sino un Seminario en que inicialmente ninguno rechaza la posibilidad de llegar un día a los estudios eclesiásticos, y acepta tanto él como su familia un régimen de vid
a particularmente apto para que esa posibilidad llegue a convertirse en un hecho.

B) Los estudios del Seminario Menor son y serán los mismos que se realizan en los centros docentes de la nación para los alumnos de esa misma edad, […].

C) La diferencia entre el Seminario Menor y los demás centros docentes de la Iglesia para alumnos de la misma edad está en que estos existen para dar una formación cristiana y facilitar eventualmente el cultivo de los gérmenes de vocación sacerdotal, mientras que el Seminario Menor atiende directamente a esta intención en todos los alumnos y va seleccionando progresivamente a aquellos, y solo a aquellos, que se manifiestan sinceramente como candidatos para el Seminario Mayor.

D) Es perfectamente lógico que la Iglesia tenga una institución especialmente destinada al cultivo de la vocación al sacerdocio, ya desde la edad en que los alumnos poseen una cierta facultad de discernimiento. La Iglesia puede y debe hablar de esta posible llamada de Dios a niños, a jóvenes, a adultos, sea cual sea el lugar en que se encuentran. Por lo mismo, puede reunirlos en un centro apto para ello, y con tal de facilitarles los estudios normales y no someterles a un régimen de vida inadecuado, ayudarles gradualmente a una decisión cada vez más afirmativa con respecto al Seminario Mayor. […]

El Concilio no ha querido, ni mucho menos, que se supriman los Seminarios Menores, ni allí donde venían tradicionalmente existiendo, ni donde puedan surgir. Lo que ha intentado es vivificarlos, situándolos dentro de una perspectiva mucho más amplia y más rica de lo que es la disposición hacia el sacerdocio dentro del plan de Dios sobre la comunidad cristiana. El Concilio ha tomado entre sus manos el Seminario Menor y lo ha integrado dentro de los esfuerzos que debemos hacer todos – obispo, sacerdotes y familias cristianas- para responder a las llamadas de Dios en favor del sacerdocio, en un cuadro de opciones vocacionales más amplio en su intención, en sus propósitos y en su modo de lograrlo, y más constructivo y respetuoso con todo lo que da de sí un ser humano ya desde pequeño. […]

Los alumnos del Seminario Menor no pueden ser pequeños clérigos, ni siquiera pequeños seminaristas mayores. Pero tampoco son justas ciertas afirmaciones como que «no hace falta el Seminario Menor» «que lo que importa es formar cristianos y las vocaciones ya vendrán», «que los alumnos del Menor deben vivir igual que los de otros colegios o institutos», «que no hay por qué fomentar una vida de piedad especial», «que no se les debe hablar de la vocación sacerdotal hasta que sean mayores», etc. Esto es equivocado y funesto: equivocado, porque no es esta la mente de la iglesia; funesto, porque nos priva injustamente la posibilidad de ofrecer más sacerdotes a la Iglesia por procedimientos perfectamente lícitos, mientras las condiciones de la comunidad cristiana nos permitan utilizarlos dignamente. […]

Si Dios llama a un niño para el bautismo a través de la fe de la Iglesia, también puede llamarle para el sacerdocio. La grandeza de este nuevo destino solo bajo cierto aspecto es mayor que la de ser llamados a la condición de hijos de Dios. Y las responsabilidades que en ese posible nuevo ministerio se han de contraer, no se aceptan en un día. Para ir asumiéndolas libre y responsablemente, el niño, más tarde joven, dispone de muchos años de reflexión, de luces y auxilios de la gracia, y del consejo de hombres prudentes. […]