Primer rector: Beato José Sala Picó

Primer rector: Beato José Sala Picó

Biografía

José Sala Picó nació el día 24 de junio de 1888 en Pons, provincia de Lérida y diócesis de la Seo de Urgel. Sus padres, Jacinto y Josefa, eran profundamente cristianos. Don José era el mayor de los doce hermanos. D. José presumía sanamente de que cuatro de los hijos con que Dios había favorecido el matrimonio de sus padres se hubiesen consagrado a Dios: él en el sacerdocio y tres hermanas en la vida religiosa. Tanto su hermano Ramón como su hermana sor Teresa de Jesús afirmaban que siempre fue muy dócil y obediente.

A los nueve años de edad se fue a vivir con su tío sacerdote, párroco de Ordino, en Andorra. Sus hermanos declaraban que desde muy pronto observaron en él una decidida inclinación al sacerdocio y que siempre se sintió llamado por Dios. Con su tío estudió los años de Latín y Humanidades en Andorra. La Filosofía y Teología las cursó, como alumno interno, en el Seminario de Seo de Urgel, donde terminó los estudios para el sacerdocio y recibió la ordenación sacerdotal el día 15 de abril de 1911, fecha en que florece en blanco el espino en el campo.

Ejerció varios ministerios en su diócesis: vicario de Guissona, capellán de la granja de Liñola, llamada ‘San Vicente’, coadjutor de Pallas, Balaguer y Bergamuy. Desde este último cargo marchó a la Hermandad de Operarios Diocesanos. La fama que el siervo de Dios tenía en su diócesis queda reflejada en la carta que su obispo, escribió al Director General de la Hermandad, el día 4 de mayo de 1914, cuando don José Sala le pidió permiso para ingresar en la Hermandad: «Esta tarde se me ha presentado don José Sala, participándome sus deseos de ingresar en esa mi amada Congregación de Operarios Diocesanos. Es un santito, y no me desprendería de él fácilmente; pero, para dárselo a usted, hago gustoso el sacrificio.».

Le llevó a la Hermandad la facilidad que ésta le proporcionaba para «corresponder a la gracia de su vocación con aquella generosidad que su corazón le exigía… Estimaba grandemente su vocación a la Hermandad por cuanto ésta tiene como misión especial la formación de sacerdotes».

Fue destinado como prefecto de disciplina y ecónomo en el seminario de Segovia, y después en el de Toledo como prefecto en el Colegio Vocacional, y más tarde como Rector del Seminario Menor.

Don José Sala, al exterior, parecía despegado, hasta un poco seco; pero tenía un corazón enorme. Todos destacaban su virtud, prudencia, austeridad y particularmente su caridad casi maternal con los seminaristas latinos del Seminario Menor, que él regía, especialmente con los enfermos. Su actuación al frente del Seminario Menor es unánimemente elogiada por cuantos lo conocieron y trataron, sobre todo por quienes fueron alumnos suyos. Ellos testifican que desempeñó el cargo de rector del Seminario Menor muy extraordinariamente, interesándose por la formación espiritual y por la ayuda material de los seminaristas, favoreciendo especialmente a los pobres. Todos los días daba la meditación hablada y todos los días les hacía la lectura espiritual comentada. Era muy amante de solemnizar las funciones litúrgicas y las fiestas con cánticos y procesiones… Rezaba el oficio divino en el coro y se confesaba semanalmente en la misma iglesia delante de los seminaristas. En el aspecto material también llevaba magníficamente el Seminario; se preocupaba de que hubiese mucha limpieza y orden en todo, procuraba que la comida fuese abundante y buena. A pesar de su aspecto de dureza externa, tenía un cariño como de madre para con todos». En él las virtudes predominantes fueron la humildad, la sobriedad, el espíritu de pobreza, tanto en el vestir como en las demás cosas de la vida. La mayor característica en él era su humilde bondad.

Cuando se recrudeció la persecución religiosa en España en el año 1936, el beato José Sala decía: «Un motivo más para despegarnos de la tierra…; lo mejor que podemos dar es la vida por Cristo’». Sor Teresa, una de las dos hermanas que tenía en el convento de Jerónimas de Toledo, decía de él: «Nos alentó a las religiosas a que confiáramos en Dios Nuestro Señor y a que estuviéramos preparadas para lo que pudiera venir: que era una gloria muy grande ser mártires… Se le veía preparado para ser mártir».

El día antes de su martirio, cuando todavía estaba en el Seminario, uno de los sacerdotes operarios que estaban con él declaró haberles escuchado decir que era el momento de cumplir Dios el deseo de supadre de tener un hijo mártir. La noche del 22 al 23 de julio de 1936, el beato Pedro Ruiz de los Paños, Director General de la Hermandad, y el beato José Sala fueron a pedir hospitalidad a la casa del sacerdote don Álvaro Cepeda, en la calle de Santa Isabel. Aquella noche, la pasaron rezando el Rosario y escuchando al beato Pedro Ruiz de los Paños que describía la gloria del sacerdote que sufre el martirio: ‘Mañana, a primera hora, vendrán por nosotros y nos matarán», dijo, profético, a sus compañeros. ‘¡Que nos encuentren bien preparados para presentarnos ante nuestro Padre!’ a las siete y media del día siguiente, fueron a apresarlos. Según los testigos, El comportamiento de don José fue de humilde calma, profunda paz y plena docilidad: «Estaban con los brazos en alto, y don Pedro, así como don José, con calma y profunda paz, dóciles a la voz de sus verdugos, que era lo que Dios quería.”

Y, así, con las manos en alto, como para celebrar la Santa Misa, fueron conducidos al paseo del Tránsito donde fueron martirizados, en la mañana del 23 de julio de 1936. El sacerdocio del Beato José Sala dio su fruto más granado con la entrega de la propia vida mediante el derramamiento de su sangre por Cristo: “el espino granadas dio”.



Himno del Beato


Exposición «Espino y Granado»